"Reflexiones de una psicóloga en confinamiento"


Publicado en www.diariosanitario.com el 6 de abril de 2020


El pasado 20 de marzo comenzó la primavera, seguramente muchos de vosotros ni lo habíais pensado; es normal, teniendo en cuenta que no sabemos ni en qué día vivimos, porque todos los días se parecen mucho: no tenemos las cañas de los viernes con los compañeros, el café de los martes, las clases de inglés de los miércoles o el pilates de los jueves. 

Estos días están siendo extraños, largos y, sobre todo, muy duros para todos: para los enfermos que temen por su vida y aún encima no pueden estar cerca de los suyos, para las familias que han perdido a un familiar sin poder darle la despedida que merece, para los sanitarios que se están dejando la piel yendo enfermos y sin medios a trabajar a los centros sanitarios, para todos aquellos que temen por su puesto de trabajo si es que no lo han perdido ya, para nuestros queridos mayores, los cuales llevan más tiempo de lo normal sin ver a sus familiares y son los que más lo necesitan, para los niños de este país que empiezan a cansarse de tanta tele y tan poco parque, para los trabajadores de supermercados, transportistas, farmacéuticos, limpiadores, que no descansan ni un minuto para que no nos falte de nada. 

Aun así, y no sé si estaréis de acuerdo conmigo en esto, estos días también están siendo un reto, oportunidades en forma de veinticuatro horas para poner a prueba nuestra creatividad, nuestras habilidades de afrontamiento y adaptación a una situación nueva y difícil. Tenemos delante una oportunidad para practicar la gestión emocional y el autocontrol, para planificar nuestro tiempo e intentar aburrirnos lo menos posible, y si nos aburrimos, no sentirnos frustrados ni culpables por ello. 

Asimismo, esta situación nos está sirviendo para conocer a nuestros vecinos, de edificio, de ciudad, de país y de continente, con los cuales nunca habíamos empatizado tanto, también, para afianzar nuestras relaciones con las personas que convivimos y trabajar la paciencia y el respeto como nunca antes lo habíamos hecho. 

Sin embargo, lo que me parece más importante sin duda, es que nos está enseñando a tomar conciencia de lo poco que valoramos a veces las pequeñas cosas que nos da la vida, como poder decidir libremente dar un paseo, ir a tomar un café, o hacer ejercicio en el parque.Por otra parte, en toda esta “gestión del caos”, veo necesario y conveniente para nuestra salud mental, dejar atrás ideologías políticas que sólo sirven para llenarnos la boca con palabras de odio y alejarnos los unos de los otros, cuando la realidad es que, todos y cada uno de nosotros, estamos juntos en esto.La mayoría de nosotros hemos visto películas en el cine sobre pandemias, desastres, muertes, pero desde la seguridad de una butaca. Sin embargo, lo que estamos viviendo actualmente nada tiene que ver con la ficción. Aun así, es importante tener una visión de la realidad lo más ajustada posible, sin magnificar o atenuar las consecuencias de este COVID-19 que ha entrado en nuestras vidas sin llamar. Y es este factor inesperado y sobrevenido, lo que hace a esta situación todavía más desagradable; por no hablar de la incomodidad que nos crea a las personas la incertidumbre: “¿cuántos días durará el confinamiento en casa?, ¿seré de los asintomáticos?, ¿cuándo volveremos a la normalidad?”, etc. 

Lo cierto es que esto tiene una explicación psicológica, y es que el hecho de saber lo que va a pasar después, nos ayuda a poder prepararnos para reaccionar a una situación antes de que esta ocurra, para así poder tener más probabilidades de éxito en su afrontamiento. La incertidumbre trae dos consecuencias:

1) Perder el control de la situación: el hecho de tener el control sobre una situación hace sentirnos seguros, haciéndonos pensar que nosotros decidimos qué, cuándo y cómo ocurre. Sin embargo, ¿os habéis parado a pensar cuántas cosas están fuera de nuestro control y aun así funcionan perfectamente?

2) Sobreestimar el peligro que hay en aquello que desconocemos: tenemos tendencia a interpretar las situaciones desconocidas como algo peligroso, pero: ¿os habéis parado a pensar cuánto de ese miedo que tenemos al COVID-19 está justificado por datos reales, y cuánto por el miedo a lo desconocido? 

Para dar fin a este artículo, decir que es absolutamente normal (y sano) sentir estos días miedo, angustia, estrés y/o ansiedad. Habrá días en los que va a ser difícil mantener la calma y no sentirnos angustiados o irritables. Pero también, habrá días mejores en los que veamos las oportunidades más arriba descritas y nos permitamos disfrutar de este “parón” que la vida nos ha puesto delante.